lunes, 31 de marzo de 2008

Reflexiones de una oveja negra

¡Hola a todos!

Creo que el título lo dice todo, ¿no?

El texto lo he sacado de mi libro de texto de lengua castellana. Y como me ha encantado, me he puesto a darle vueltas y vueltas, y finalmente he cogido papel y bolígrafo... y aquí tenéis el resultado.

¡Espero que os guste!

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En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Agusto Monterroso, La oveja negra

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Siempre fui la oveja negra.

Aunque no fui fusilada, claro. Pero me exilié y me exiliaron del rebaño. Siempre fui incomprendida, rara, levemente inaceptada, inadaptada al entorno del prado.

Cuando me exilié y me exiliaron me convertí en esa estatua del cuento. La escultura que servía de advertencia y memorándum al rebaño: "Así no debe ser una oveja común y corriente", ponía en el pedestal de la estatua. Yo no alcanzaba a ver más de lo que me permitían mis ojos de metal. Fui esa estatua: aunque estaba allí, presente en el prado, era como si no estuviera, porque no veía más allá de mis narices. Mis ojos solo captaban una pequeña parte del pequeño prado. Pero mi Alma, mi mente, volaba lejos. Huía del inamovible metal y se escapaba a soñar y a conocer otros prados.

Nunca supe ni sabré que pensaron y/o pensaban el resto de ovejas comunes y corrientes mientras estuve exiliada del rebaño. Ni siquiera sé si el recuerdo de mi figura -la estatua- les importó en algún momento.

Puede que pasaran por delante de mi figura y ni siquiera se fijaran en ella. Aquella oveja negra había existido siglos antes, formaba parte del pasado, no merecía la pena recordarla.

O puede que cuando por una caprichosa y cruel casualidad del momento, salía la oveja negra en el tema de la conversación aprovecharan la brecha abierta en el olvido para tirarle barro a la estatua, ensuciarla hasta que ni un milímetro del metal fuera visible, hasta que quedase completamente recubierta del barro de la Falsa Verdad, el barro que nace de la mezcla de hipocresía, envidia y algo de crueldad.

Pero también puede ser que no fuera así. Porque no todas las ovejas son iguales (aunque lo parezca), puede que unas tiraran barro sobre la figura y que otras le dejaran flores al pies (diminutas y bien escondidas, por supuesto).

Y al cabo de un tiempo volví al rebaño.

La estatua, la figura de la oveja negra, quedó olvidada.

La Oveja Negra tiñó su lana de blanco y consiguió medio aparentar que era una oveja "común y corriente". Pero nunca dejó de ser una oveja negra en su interior. A veces se desprendía un poco de tinte de su lana, y aparecía una mancha negra en ese lugar. Y el rebaño se daba cuenta, pero parece ser que se había vuelto algo más permisivo, así que la oveja negra se mostraba de vez en cuando tal cual era.

¡Incluso encontró pareja! Se enamoró de una oveja macho algo mayor que ella, algo diferente del resto, algo similar a ella... pero "común y corriente" al fin y al cabo.

Sigo siendo la oveja negra.

Y la oveja negra seguía soñando con conocer otros prados y otras ovejas. ¡Ovejas de colores, de miles y miles de colores distintos! Y prados de todos los tipos y medidas, aunque a ella le gustaban más bien pequeños porque su sentido de la orientación era pésimo y en los prados grandes siempre tenía miedo de perderse.

Y el rebaño que piense lo que quiera,

yo siempre seré la oveja negra.

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jueves, 20 de marzo de 2008

Una luz que se aproxima

¡Hola a todos!

Se nota que estoy de vacaciones, ¿verdad? Dos actualizaciones en menos de una semana...

Este texto estaba en la parte de atrás del mismo folio del que copié el poema de la entrada anterior. No lo escribí en las mismas circunstancias que el poema: este es hijo de una hora de aburrimiento y reflexión profundos en alguna asignatura, probablemente filosofía.

Como de costumbre, el tema es la Muerte. No lo puedo evitar, me apasiona.

El texto en sí es un poco típico y tópico, y ese es uno de mis defectos a la hora de escribir: en general, soy poco original; poco extravagante, me atrevería a decir. Supongo que se debe a que aun no tengo un estilo propio: voy de flor en flor, como las mariposas. Espero que el paso del tiempo y la práctica me ayudarán a definirme, consiguiendo que mis textos tengan ese "toque personal" del que por ahora creo que carecen.

La cita pertenece al último libro que me he leído -Marina, de Carlos Ruiz Zafón-. La he puesto más que nada porque me gusta la frase en sí, no porque tenga mucho que ver con el texto. Y, hablando de frases, la última en el texto está incompleta. Podría decirse que construí el texto sobre la base de esa oración, pero luego me di cuenta de que entera no quedaba del todo bien, así que omití la segunda parte. Puede deducirse cómo era.

Y ahora sí, sin más preámbulos, os dejo con el texto y -esta vez sí- espero que os guste.

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EL RECUERDO IMPOSIBLE

"[...] Solo recordamos lo que nunca sucedió."

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Oscuridad, densa y absoluta.

Silencio. Un silencio que duele en los oídos.

No me oigo, no me veo. ¿Respiro? Ni lo noto.

Una luz que se aproxima. Va tomando forma: una persona.

Me habla, pero no mueve la boca. Me mira directamente a los ojos. Su mirada de luz cegadora me paraliza: no puedo pensar, tan sólo escuchar. Dice:

- No hay nada después. Nada. No existe el "más allá". La Muerte es oscuridad. Deja de sufrir. Ven conmigo.

Me ofrece la mano. ¡No! Aún no. El Ángel de Luz responde a mi pensamiento:

- Aún no. Pero yo llego a todo el mundo. Tarde o temprano.

Todo queda oscuro otra vez. Tengo miedo. Otra luz se aproxima. ¿Otro ángel? ¿O puede que un demonio? No. Son imágenes. Recuerdos... ¿Recuerdos?

Una mujer. Mi madre. Llorando. ¿Por qué llora?

Y de repente me inundan todos los sentimientos de esta mujer. El torrente me deja casi inconsciente. Son pensamientos borrosos, no tienen lógica ni orden. Son sentimientos demasiado fuertes, insoportables. Producen una clase de dolor que se apodera del cuerpo y de la mente, no existe nada más que el dolor. No puedo más. He de salir de ella. La pena es demasiado honda, siento que me ahogo. Hago un esfuerzo y en un suspiro vuelvo a ser yo. Pero aún noto la agitación dentro de mí.

Otra imagen... ¡NO! ¡Basta, por favor!

Toda la gente que conozco, que he conocido, que me ha conocido... Todas y cada una de estas personas pasan delante de mi como espectros, mostrándose en su estado más deplorable de tristeza. Y me absorben por completo obligándome a sufrir la masa aglutinada de sentimientos y pensamientos de decenas de conciencias distintas. Pena, desesperación, odio... Dolor.

¡Basta! ¡No puedo aguantar más!

Otra vez en la Nada, la oscuridad más absoluta. Vuelve el Ángel de Luz. ¿De luz? No, él es el Ángel Negro, el Mensajero de la Muerte. Oye mis pensamientos y se ríe:

- ¿Ángel Negro? ¿Mensajero de la Muerte? ¿Aun no lo entiendes? La Muerte no existe, ella tan solo es la Nada, la Oscuridad Absoluta, el Silencio Eterno. No existe "más allá". Después de mi no hay nada. Ven...

- ¿Nada? -le interrumpo, antes de que intente seducirme otra vez.- ¿No hay nada? Puede que desaparezcamos cuando se pudre nuestro cuerpo mortal, y puede que la Muerte no sea nada, que no haya "más allá"... Pero siempre queda el recuerdo que dejamos. Vivimos en los otros.

martes, 18 de marzo de 2008

En un trozo de papel arrugado

¡Hola a todos!

Sigo igual que siempre, desperdiciando el tiempo... No tengo remedio. Ya estoy pagando las consecuencias de mi vaguitis, y si sigo así la cosa va a empeorar...

Os dejo aquí un intento de texto poético que he encontrado tirado en la basura de debajo de mi escritorio. Supongo que lo escribí en un arrebato de inspiración (nocturna, seguramente), y al releerlo me pareció deprimente. Pero no tengo nada de mayor cualidad -que sea mío, claro- para colgar, así que deberéis conformaros con este pequeño monstruo. ;-)

Por una vez, no espero que os guste. ;-P


Una lucha magistral ha tenido lugar,
un combate en silencio he podido presenciar.
La Soledad, mi escudo y mi barrera, siempre
por delante de mi, dando la cara,
ocultando la mía, se ha cruzado con el Amor.
Y ha quedado absorta y desarmada,
no ha ofrecido resistencia, se ha dejado ganar.
Ha cambiado su lugar, se ha ocultado tras de mí,
proporcionándome la libertad.
Pero también me ha abandonado a mi suerte.
Ella, mi pesadilla y mi infierno. Mi guía.
Mi refugio y mi prisión.
Sin ella, mi corazón ha quedado desnudo,
desprotegido de Cupido, que me ha clavado
sin piedad, su ardiente flecha de Amor.

¿Quien soy yo?

Mi foto
Estudiante de Filología a la que le gustaría ser novelista y que hace años se autonombraba "joven escritora" pero que ahora ve que lo de joven pasará pronto y lo de escritora aún no ha llegado. Para saber más, visitad "Mi página web". (Facebook)